«Entre nube y verbo»

29.09.2022

No quisiera dejar que terminara este mes sin antes haberme acordado de un poeta que nacía un veintiuno de septiembre hace apenas ciento veinte años, un autor sevillano que supo instalarse en el lugar de la incertidumbre y escribió cada luz interrogante en un constante péndulo que titubeaba entre la realidad y el deseo, entre las torres de espanto de un mundo que no lo comprendía y esa aspiración propia de alzar su reclamo hacia algún cántico de gaviota desde el laúd que anidaba en su pecho. Luis Cernuda, a pesar de verse atrapado tras los amenazadores barrotes y las corazas infranqueables de los planetas terrenales de su época, consiguió decir lo que amaba a los hombres venideros, y desde ese «creo en ti que no conozco aún» se proyectó a la alteridad de algún que otro lector futuro que alcanzara a comprender la verdad más sombría de sus textos y viera cómo la quietud de su ala, ese sol poniente de su pluma, al fin coronaba con el vuelo del lenguaje la forma más elevada de la herida en la cima de las palabras. El poeta, desde ese espacio donde habita el olvido, desde la deformación emocional de su particular surtidero de los sueños, renombró en silencio cada cuerpo desdichado, aireó su dicción rubia e hizo que la vida resultara navegable tan solo armado con la nube de su aliento, en un entorno ingrávido en el que surcó el mar del tiempo hasta la nada y finalmente pudo estrechar al brazo amigo con la voz y engastar toda imagen en el placer ya nunca más prohibido de sus versos.

Celia Carrasco Gil, «Entre nube y verbo», Heraldo de Aragón, 29/09/2022, p. 23. 

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 Celia Carrasco Gil
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