«Humus de la luz»

31.10.2022

No quisiera dejar que terminara este mes sin antes haberme acordado de un poeta toledano instalado en Zaragoza que nació un 26 de octubre hace ya unos pocos años. Hijo de qué desierto, Alfredo Saldaña brotó como palabra a la intemperie, un aire de paloma en el margen oblicuo de un camino nevado por las voces del silencio, la plenitud vacía de un latido en la estación de las cerezas congeladas. Espora de cenizas, su llanto es una astilla en torno al cielo, una ramita azul que se cuartea, diminuta punción de ese aliento detenido ante el cauce de la vida, que al tiempo que nos nimba, nos horada. Si pronuncia la sima del dolor, en su carencia, al descender al vuelo del lenguaje, al aventar el soplo de canela de qué verbo, su voz pasa de largo. Hay algo que se espeja en ese eco sin fondo. El canto de una piedra se abisma en su quebrada. Como mano chinesca que se acoge a la ley del extranjero, Alfredo Saldaña sabe excavar un pozo en el sendero y ausentarse. Abandona el malpaís de la derrota y la devastación y se concede a esa escucha en la que todo el texto de su mundo de repente se ahoga, se 'a no nada'. Habita la erosión de toda herida para soltar el lastre de la piel. Acoge cada nombre peregrino en su odre de tinta, en su regazo. Y es rito fantasmal en la sangre discreta del lenguaje que lo cumple. Allí se erige en hueco, o tal vez solo en una válvula callada. O quizás en el humus de la luz -qué agreste repicar de un sacrificio en el que hoy se desnace otra mirada-.

Celia Carrasco Gil, «Humus de la luz», Heraldo de Aragón, 31/10/2022, p. 17.  

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 Celia Carrasco Gil
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